Aunque ya hace unos años que dejé de hacer notas de cervezas, se me quedaron en el tintero varias que no llegué a publicar en este blog. He decidido poco a poco ir dándoles su finalidad, y serán pues las últimas publicaciones de este sitio.

Gracias a todos aquellos que me enseñaron a disfrutar de la cerveza, aprendí muchísimo leyendo vuestros blogs y vuestros comentarios. Gracias a todo aquél que se animó a leer estos apuntes de aficionado.

domingo, 16 de diciembre de 2007

San Miguel Nostrum


Esta viene en lata. Por eso el olor es a cerveza en lata. Aunque intenso dado el caso, hay que reconocer (a cerveza, no a metal). Ello ya previene al bebedor de que se trata de una cerveza no tan normal. El tono del líquido es dorado oscuro, casi cuproso. Al comienzo suelta bastante espuma, sin ser demasiada, eso sí. Al poco se queda apenas una sutil lámina blanca de burbujitas. En este caso (el del día de hoy, en el vaso de cristal con asa en el que la he volcado) la espuma se deja arrastrar por las paredes transparentes. Y por lo que veo, aguanta, esa fina capa, un buen rato (hasta los tragos medios-últimos, aunque ya muy dispersa...).

Primer trago. Muy prometedor. El líquido se zambulle en la boca, y enseguida, a la vez que aportar frescor cervecero (ensalzado por haber estado en la nevera), sacude un inspirado sabor a malta. Se nota un sabor peculiar. Un amargor medio-alto al final, pero que no dura mucho (enseguida se apaga).

Resulta característico esa primera sensación de cada sorbo (sobretodo en el primero, aunque si se toman espaciados, en cada uno se puede apreciar -más en los primeros, supongo) con un breve, aunque apreciable, sabor a lúpulo, a mi parecer. Pese a todo, a cada sorbo, se van perdiendo estas apreciaciones, y simplemente, se bebe. Se bebe a gusto, quiero decir.

Cuando se toma un trago, y se mantiene (sin moverlo por más sitios) en la punta de la lengua, el picorcillo que produce es notable, casi alto, si no alto, pero no dura mucho. Noto que se acaba centrando sobre todo en la parte de interior (posterior, de abajo) de la lengua (digamos en el envés).

Se aprecia, cuando ya los sucesivos tragos van desquitando esas primeras impresiones, un tono de sabor de malta, que creo, es sutilmente distintivo. También cierto amargor liviano, pero presente algo prematuramente, que, digamos, hace que tome algo de cuerpo cada trago, consistencia, en la boca.

Se bebe bien, acompaña. Pocas cualidades más. No se trata tampoco de una maravilla, pero no está mal. El sabor a aluminio no se advierte especialmente; se puede uno olvidar de él.

El trago final emite más intensidad de amargor.

Una cerveza buena (buena en lata), pero sin subrayado.

Alcohol 6’2% del volumen.

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